Los maestros(as) hondureños celebran el día del padre y de la madre con sus estudiantes y muy pocas veces con sus propios hijos e hijas, pero guardan en su corazón tantas satisfacciones al ver como se levantan los pilares profesionales que una vez fueron sus estudiantes. Brinda sus pocos espacios de esparcimiento a su familia, derrochando en poco tiempo mucho del cariño y amor que a brindado en las aulas del centro educativo, su hogar permanente, su fabrica de valores.
Hoy rindo este pequeño homenajes, a aquellas maestras que me formaron en mis primeros dos años de vida escolar, las profesoras Santitos y Josefa de la Escuela Lempira de Comayaguela, a mi profesora de tercer grado, Norma, de la Escuela República de Colombia del Loarque de Tegucigalpa, a la profesora Olga de Gomez de la Escuela Mixta Esteban Guardiola de La Lima, a mis maestros del Instituto Guadalupano a quienes recuerdo con mucho cariño y, a todos mis compañeros(as) docentes con quienes compartí y comparto esta vocación transformadora.
"Un maestro no muere, vive en el corazón de sus estudiantes y en el alma de los profesionales en que se convirtieron".
Jose Luis Andino Z.
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