La facultad para amar es la prueba definitiva de que las personas pueden transcender el espacio y el tiempo. El amor permite compartirlo todo y dar si esperar retribuciones; el amor permite comprender las debilidades y virtudes de los demás; el amor permite perdonar y olvidar los errores y equivocaciones de los demás. El amor lo da todo a cambio de nada, pero lo conquista todo con poco.
El amor convierte las tristezas en alegrías y el llanto en sonrisas, es la posibilidad mas cierta de ser feliz, construyendo la felicidad de otros y amándose a si mismo. Ninguna persona podrá dar amor, si para el mismo solo tiene odio o indiferencia.
El amor es la mayor fuente de motivación, es el motor que mueve al mundo. Por amor las personas son capaces de los mas grandes sacrificios, por amor se logran aun las cosas imposibles.
El amor le permite a las personas la sensibilidad suficiente para mirar al mundo con ojos de poeta, hablar con labios de cantor y recordarlo con imaginación de pintor. Le encuentra a la vida sonido de canción, color de acuarela y fragancia de poema.
El amor, dentro de una autentica relación conyugal, se sacramentaliza con la procreación, acto humano con atributos divinos, signo que consagra la unidad de la pareja y que da a la entrega amorosa su verdadera dimensión.
En el acto de la procreación es el encuentro pleno de dos cuerpos y el escenario perfecto de comunión de dos almas que hacen posible el milagro de la vida, la génesis de otro ser humano y la presencia del dueño de la existencia con un actuar definitivo y renovado en ese nuevo templo viviente.
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