Es el valor que nos dispone para actuar siempre con sentido de comunidad. La persona solidaria sabe muy bien que su paso por el mundo constituye una experiencia comunitaria y que las necesidades, dificultades y sufrimientos de los demás no le pueden ser ajenos jamas. Sabe que su propia satisfacción no puede construirse de espaldas al bienestar de los demás. Mira en cada persona a un hermano y en cada hermano la posibilidad de crecer en el servicio y realizar su encuentro personal con los otros yo, única manera de perfeccionar su propia dimensión personal.
La persona solidaria esta siempre presta a enjugar las lagrimas de otros y a tomar sobre sus propios hombros la cruz de aquellos que por diferentes circunstancias tienen que beber del cáliz de la angustia, el dolor y la desesperanza. Da a cada uno de sus actos la dimensión social que le corresponde por naturaleza y jamas olvida que no hay transgresión particular ni privada que no afecte de alguna manera a los demás.
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